miércoles, 28 de noviembre de 2012

GAZA - Eduardo Galeano



Para justificarse, el terrorismo de Estado fabrica terroristas:
Siembra odio y cosecha coartadas. Todo indica que esta
carnicería  de Gaza, que según sus autores quiere acabar
con los terroristas, logrará multiplicarlos.

Desde 1948, los palestinos viven condenados a humillación
perpetua. No pueden ni respirar sin permiso. Han perdido su
patria, sus tierras, su agua, su libertad, su todo. Ni siquiera
tienen derecho a elegir sus gobernantes. Cuando votan a
quien no deben votar, son castigados. Gaza está siendo
castigada. Se convirtió en una ratonera sin salida, desde
que Hamas ganó limpiamente las elecciones en el año 2006.
Algo parecido había ocurrido en 1932, cuando el Partido
Comunista triunfó en las elecciones de El Salvador.
Bañados en sangre, los salvadoreños expiaron su mala
conducta y desde entonces vivieron sometidos a dictaduras
militares. La democracia es un lujo que no todos merecen.

Son hijos de la impotencia los cohetes caseros que los
militantes de Hamas, acorralados en Gaza, disparan con
chambona puntería sobre las tierras que habían sido
palestinas y que la ocupación israelí usurpó. Y la
desesperación, a la orilla de la locura suicida, es la madre
de las bravatas que niegan el derecho a la existencia de Israel
gritos sin ninguna eficacia, mientras la muy eficaz guerra de
exterminio está negando, desde hace años, el derecho a la
existencia de Palestina. Ya poca Palestina queda. Paso a paso
Israel la está borrando del mapa.

Los colonos invaden, y tras ellos los soldados van corrigiendo
la frontera. Las balas sacralizan el despojo,en legítima defensa.
No hay guerra agresiva que no diga ser guerra defensiva.
Hitler invadió Polonia para evitar que Polonia invadiera
Alemania. Bush invadió Irak para evitar que Irak invadiera el
mundo. En cada una de sus guerras defensivas, Israel se ha
tragado otro pedazo de Palestina, y los almuerzos siguen.
La devoración se justifica por los títulos de propiedad que la
Biblia otorgó, por los dos mil años de persecución que el
pueblo judío sufrió, y por el pánico que generan los palestinos
al acecho.

Israel es el país que jamás cumple las recomendaciones ni las
resoluciones de las Naciones Unidas, el que nunca acata las
sentencias de los tribunales internacionales, el que se burla
de las leyes internacionales, y es también el único país que ha
legalizado la tortura de prisioneros.¿Quién le regaló el derecho
de negar todos los derechos? ¿De dónde viene la impunidad
con que Israel está ejecutando la matanza de Gaza?
El gobierno español no hubiera podido bombardear
impunemente al País Vasco para acabar con ETA, ni el
gobierno británico hubiera podido arrasar Irlanda para
liquidar a IRA. ¿Acaso la tragedia del Holocausto implica
una póliza de eterna impunidad? ¿O esa luz verde proviene
de la potencia mandamás que tiene en Israel al más
incondicional de sus vasallos?

El ejército israelí, el más moderno y sofisticado del mundo,
sabe a quién mata. No mata por error. Mata por horror. Las
víctimas civiles se llaman daños colaterales, según el
diccionario de otras guerras imperiales. En Gaza, de cada diez
daños colaterales, tres son niños. Y suman miles los mutilados,
víctimas de la tecnología del descuartizamiento humano, que la
industria militar está ensayando exitosamente en esta
operación de limpieza étnica.

Y como siempre, siempre lo mismo: en Gaza, cien a uno.
Por cada cien palestinos muertos, un israelí.

Gente peligrosa, advierte el otro bombardeo, a cargo de los
medios masivos de manipulación, que nos invitan a creer que
una vida israelí vale tanto como cien vidas palestinas. Y esos
medios también nos invitan a creer que son humanitarias las
doscientas bombas atómicas de Israel, y que una potencia
nuclear llamada Irán fue la que aniquiló Hiroshima y Nagasaki.

La llamada comunidad internacional, ¿existe?

¿Es algo más que un club de mercaderes, banqueros y
guerreros? ¿Es algo más que el nombre artístico que los
Estados Unidos se ponen cuando hacen teatro?

Ante la tragedia de Gaza, la hipocresía mundial se luce una
vez más. Como siempre, la indiferencia, los discursos vacíos,
las declaraciones huecas, las declamaciones altisonantes,
las posturas ambiguas, rinden tributo a la sagrada impunidad.

Ante la tragedia de Gaza, los países árabes se lavan las manos.
Como siempre. Y como siempre, los países europeos se frotan
las manos.

La vieja Europa, tan capaz de belleza y de perversidad,derrama
alguna que otra lágrima mientras secretamente celebra esta
jugada maestra.
Porque la cacería de judíos fue siempre una costumbre europea,
pero desde hace medio siglo esa deuda histórica está siendo
cobrada a los palestinos, que también son semitas y que nunca
fueron, ni son, antisemitas. Ellos están pagando, en sangre
contante y sonante, una cuenta ajena.





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