Andan sobrevolando muchos buitres por nuestra
tierra, los hay foráneos, que son negros, viles e impiadosos, y los hay
locales, que son blancos –porque no soportan nada de color oscuro-, necios,
cobardes y tanto o mas nefastos que los primeros.
Estos buitres andan queriendo dañar la comarca,
someterla, vengarse de su presente y porque no de su futuro. Los de afuera son
previsibles y hasta lógicos en su embestida permanente, pero los de adentro a
veces nos dejan boquiabiertos por su asquerosa complicidad, su patética
imbecilidad, y su arrastrada ignominia.
Éstos últimos son de una infidelidad
pasmosa: infieles al terruño, a su origen, a sus anteriores valores, y hasta a
sus dichos de anteayer. Ellos están comiéndose su propia casa, su propio
cuerpo, su propia dignidad.
Están ahora furiosos con El Cuervo,
porque cansado éste de tanta impune acción malévola les ha salido al cruce,
poniendo las cosas en su lugar.
Claro los buitres no quieren competencia
en las bravuconadas fáciles, quieren que todos seamos miedosas palomas, pero El
Cuervo no es paloma, es astuto, leal y fiel a sus convicciones de siempre.
En su loco revoloteo los buitres chocan
entre sí, se pelean por ser los primeros en hacer el mal, y aunque quieren
tomar por asalto a toda la comunidad, les va a ser imposible: no hay palomas
aquí… hay muchos Cuervos alertas, astutos y leales.
Moraleja:
para no confundirse las aves, estudiar
un poco mas
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