Ese día fue
miércoles, amanecimos como todos los argentinos con la noticia del asalto al
poder de las FFAA por enésima vez.
Por la radio
martilleaba el comunicado maldito.
Fuimos a
trabajar, la calle estaba tranquila. Un silencio flotaba en los ánimos de los pasajeros
del tren. Los obreros se veían apesadumbrados, los empleados que viajaban hacia
el centro estaban mas animados, portando comentarios del estilo: “y esto no
podía seguir así”, “había que poner orden”.
La noticia
del cierre provisorio del las universidades, despejaba, paradójicamente nuestras
perspectivas inminentes. En Retiro había despliegue de la Federal y el Ejército.
Nuestro
sentimiento profundo era de desesperación. No podía haber sorpresa, pero la hubo
igual. Es que hasta ese momento y desde la muerte del Viejo, hubo en nosotros más
bien esa torpe esperanza que lo que ahora estaba sucediendo no iba a suceder.
Era un día
gris.
Con muchos
compañeros se venía discutiendo cual era el camino correcto frente al gobierno
de Isabel. Faltaba sólo un año para las elecciones, había que llegar. Nuestro
accionar político estaba casi paralizado, algo desorientado desde esa fría
tarde de Julio del 74.
Ahora
imaginamos que esas elecciones, con el peronismo dividido, quizás las hubiera
ganado Alfonsín, cuya imagen ya era potente por entonces. Parece un delirio,
pensar que se hubieran ahorrado 30 mil muertos, 30 mil millones de dólares de
deuda externa y la quiebra de buena parte de la industria.
Pero claro
que los enemigos tenían otros planes, bien concretos, bien delineados. El
gobierno de Isabel era malo, había vía libre para las tres A, desorden
económico, censura y represión. Pero no cayó por eso, no lo echaron por lo que
hacía mal, si no por lo que tenía de bueno: por la defensa de los sindicatos y
del poder adquisitivo del salario, que estaba indexado, por las
nacionalizaciones de las estaciones de servicio y de las industrias proveedoras
de EnTel, por las jubilaciones de los autónomos, por las retenciones agropecuarias,
por el control de cambio y la nacionalización de la banca. Nunca jamás el poder
económico asalta las instituciones para “mejorar” la vida de los pueblos, si no
para mejorar SUS negocios particulares, para continuar con sus privilegios y
prebendas, o a restituirlas cuando se las quitó antes.
Los días
previos, en los medios, sólo se hablaba del precio del dólar en el mercado
negro. Como ahora.
Una de las
primeras medidas de la Junta Militar
fue congelar los salarios, lo que provocó una caída del poder adquisitivo del
30%, que fue el índice inflacionario de ese fatídico marzo. Ese nivel de
ingresos recién se empezó a recuperar treinta años después. También treinta
años después se recuperó la justicia y se pudieron juzgar a los genocidas y
cómplices y sólo treinta años después se pudo aliviar el peso monstruoso de la
deuda que arrancó con el proceso.
Y aún falta
devolver la identidad a 400 argentinas y argentinos.
Como se ve,
todavía estamos padeciendo ese terrible día gris de Marzo….
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