En la actual coyuntura política a la que asistimos desde fines del 2007, nos referimos concretamente al embate de los multimedios contra el proyecto nacional, suelen aparecer sujetos en diversos ámbitos que pretenden posicionarse en un cómodo terreno de neutralidad, sin comprometer opinión a favor o en contra.
Estas voces, algunas de ellas se encuentran fuera del ámbito político, nos refieren cosas como: “en la pelea entre Clarín-Gobierno no estoy con ninguno de los dos”; o “son dos bandos igualmente cuestionables” o “se pelean por intereses de poder o económicos y yo no tengo nada que ver”, y otras frases del mismo tenor.
Y aquí es donde señalaremos el error que contienen estas aseveraciones: no estamos hablando de una disputa entre tres o cuatro multimedios y un determinado gobierno, NO… estamos hablando de una disputa entre esos multimedios y los intereses de la Nación Argentina toda, y es tan así que podemos rebautizar el conflicto y empezar a llamarlo, por ejemplo Clarín contra la Argentina.
Muchos dirán esto no es nuevo y esos medios siempre enfrentaron los intereses nacionales, y eso es verdad, pero lo nuevo es que antes atrás de cada órgano de prensa había un proyecto político (es claro el caso de Clarín que impulsó durante décadas el desarrollismo, incluso criticando en plena dictadura las políticas liberales de Martínez de Hoz), pero ahora solo los mueve el mas puro y brutal deseo de destruir, de demoler la situación social, política y económica y hasta anímica del país sin importar las consecuencias, buscando el caos, la rebelión, el miedo, el enfrentamiento encarnizado, para que volvamos a un estado de situación similar al de fines del 2001. Se propalan sólo malas noticias, la mayoría de ellas inventadas o tergiversadas, se inventan o amplifican conflictos con países hermanos de Sudamérica, se transforman en vergonzosos voceros del colonialismo inglés en la cuestión Malvinas, no ocultan la satisfacción íntima que sienten cuando algún fallo en Nueva York favorece a los fondos buitres, etc.
Pero al recaratular el conflicto como lo estamos haciendo aparece la posibilidad de hablar de traición a la patria, ya que cualquier individuo, ente, empresa, medio de comunicación o partido político que siendo de origen argentino trabaje o colabore con el enemigo no puede ser tildado de otra manera que de traidor. Sabemos todos que eso es un crimen muy serio y muy bien podríamos exigir al Estado que haga cesar dicha actitud, con los medios de coerción que ostenta por mandato constitucional.
Definida ahora correctamente la situación, es claro que es de muy poco argentino ser neutral cuando una de las partes trabaja para el enemigo. Y repetimos que esto no significa que todos deben apoyar al gobierno sin disenso, está claro que se puede comulgar mucho, poco o nada con el kirchnerismo, pero es incontrastable que el que pretenda sacar patente de neutral se está alejando enormemente de los intereses del pueblo y de la patria.
La actitud correcta de un opositor al gobierno es a la vez que se expresa su no-acuerdo con el mismo, denunciar sin remilgos la acción profundamente antinacional del entramado hegemónico mediático, en vez de cobardemente servirse de él para tener sus quince minutos de fama, que a la luz de los resultados de Octubre del 2011 se han revelado muy poco útiles.
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