Una de las peores formas de
ignorancia es no reconocer en el otro su capacidad y su sabiduría, negar en los
demás lo que es evidente.
Al desconocer la capacidad
del otro, cualquier individuo trasunta una trama que no es real, y se convence
de fenómenos inexistentes.
Las personas que padecen
este tipo de ignorancia niegan la
realidad, lo manifiesto, lo sencillo de comprobar y sostienen y defienden un
discurso dominante que paradójicamente es contrario a sus intereses personales.
Entonces esta ignorancia los
conduce a una nueva situación, que es ignorar lo que les conviene, siendo así las
primeras víctimas de su propio desconocimiento.
Hablábamos de discurso
dominante, y éste tiene un origen y un propósito, el origen no es otro que la
superestructura cultural de las elites, ya descubierta por Carlos Marx hace mas
de 150 años, y tan minuciosamente registrada y descripta por Arturo Jauretche,
aunque desmejorada en nuestros tiempos por una caterva de comunicadores que
perforan la conciencia de los ciudadanos con sus mensajes interesados. Y el
propósito evidente es sostener el status quo anterior al cambio que se propone.
Nos obligamos entonces a
redoblar el esfuerzo militante para vencer esta ignorancia y aunque mas no sea
poder sembrar la duda en los que son portadores convencidos de ella.
Algo como echar luz en la
oscuridad.
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