Los locos
entraron al lugar rompiendo portones y sin pedir permiso.
Los cuerdos
se despertaron con ruido de topadoras.
Los locos
estaban armados y la furia se les notaba en sus rostros.
Los cuerdos
fueron a reclamar por el atropello.
Los locos no
escucharon razones, y mientras demolían el lugar donde los cuerdos trabajaban
diariamente, se pusieron violentos y todos sabemos lo peligroso que puede ser
un loco cuando eso pasa.
Los cuerdos
trataron de frenar esa “locura”, pero los locos se pusieron cada vez mas locos.
Y los locos
tiraron con sus escopetas y pegaron con sus palos y patearon a los cuerdos que azorados no podían
creer lo que estaba pasando.
Y luego se
llenó de cuerdos que se resistían a dejarse atropellar.
Los locos no
se amilanaron, claro, ellos no entienden razones, no comprenden bien la
realidad y no miden la consecuencias de sus actos.
Los cuerdos
trataron por todos los medios de parar tanta violencia.
Luego unos
locos, que parece que eran los jefes de la patota de locos, salieron a hablar
por TV. Estaban bien locos de indignación, porque los cuerdos les habían
molestado en su loca tarea, y en vez de pedir perdón (claro es una pretensión
absurda, porque los locos no saben lo que hacen), acusaron a los cuerdos de
haberse resistido a que les rompieran todo su lugar de trabajo.
Y ahora los
cuerdos sufren por los balazos recibidos, los golpes, el susto, su lugar
convertido en escombros, mientras los locos están tranquilos fumando un
cigarrillo…¡qué loco!.
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