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Encuentro de Intelectuales, Artistas y Luchadores Sociales convocado por la Red “En defensa de la
humanidad”, en Caracas
Ponencia
presentada por el Grupo 5:
“Contribuir
a la preservación de la vida en el planeta y a la
salvación de la especie humana”
Con el pretexto de la globalización, el mundo viene sufriendo un acelerado
proceso de colonización de las conciencias, lo que implica, a su vez, el
atropello de los valiosos patrimonios históricos y culturales de las
diferentes naciones y regiones de un mundo que, precisamente, centraba su
valor en su diversidad, en su rica, ubérrima, variación de identidades.
Hoy, precisamente, el proceso de la identidad –nacional y cultural- sufre
un acelerado deterioro, y se homogeniza al orbe, convirtiéndolo en algo
indiferenciado y sometido al modelo manipulador de la metrópoli,
generalmente deshumanizada o caricaturesca.
El mundo de los desvalores se impone, porque es el que medra en el
epicentro de este orbe mal llamado globalizado, y que, en realidad, es
encanallado y ahíto de un sinsentido que se aprecia en su música,
literatura y, en general, en todas las artes que rinden pleitesía a un
mercado, que tiende a ridiculizar y barbarizar a la criatura humana.
Se imita al colonizador, se refocila esta caricatura de mundo que nos
impone el terrorismo mediático, y, al final, el sabor de la nada es el que,
como un aura mefítica, está presente en el orbe entero.
Nuestros pueblos originales tienen valiosos paramentos culturales que, poco
a poco, se han ido dejando de lado –y esto no es casual, por cierto- para,
en sustitución, insertarnos el espejo de la nadería y del culto necrófilo,
presente en muchas de las llamadas manifestaciones de lo que hoy se ha dado
en llamar la cultura de la globalización.
El problema fundamental es que la conciencia –o conciencias- del orbe se
hallan sometidas al universo de los desvalores y de la nadería que, en el
fondo –y en la forma- derivan hacia la ridiculización de algo que, siendo
fundamental –la conciencia y la defensa del patrimonio histórico y
cultural- se ha convertido en un verdadero hazmerreir que sirve, de
perillas, como elemento bufonesco, en este mundo en el que “Poderoso
Caballero, Don Dinero” tiene, como un Señor de Horca y Cuchillo, el control
de todos los mecanismos de acceso a las mayorías que, de este modo, son
víctimas de una descarada manipulación, que las convierte en meras
comparsas de un mundo en el que medran el descaro y los anti-valores.
La cultura de la impunidad y de la ambición desmedida, el reino de
arquetipos mefíticos, son la vida cotidiana en la civilización de un
capitalismo no solo genocida sino autofágico y que, de este modo, está
coadyuvando a la destrucción de la especie humana.
Por ello, el llamar la atención sobre lo anterior, deviene no en un
elemento adicional o aleatorio, sino en una necesidad urgente y que tiene
que ver con el destino de todos nosotros, incluidos ellos mismos, a los
que, al parecer, no les importa deslizarse al filo de la navaja, al borde
de un abismo que concluirá, definitivamente, por engullirnos a todos.
De este modo, descolonizar conciencias y defender los agredidos,
minimizados y preteridos patrimonios históricos y culturales, se convierte
en una tarea perentoria, que se alinea en la vanguardia de la preservación
de la vida en el planeta y como un elemento decisivo en la salvación de la
especie humana.
¡Basta ya, pues, de considerar a la cultura y a la herencia histórica y
original de nuestros pueblos y regiones, como un elemento de miriñaque o de
simple decorado en la existencia de nuestras naciones, en el desarrollo de
nuestros, urgentes, nuevos modelos societales.
Luchar por una cultura descolonizada y por la preservación de nuestros
ubérrimos y originales patrimonios históricos y culturales, deviene en una
tarea impostergable: lucha, es cierto, que reedita la bíblica de David
contra Goliat, pues nuestros pueblos –muchos de ellos sometidos a un
capitalismo salvaje y depredador por antonomasia- deben levantar la cerviz
y, en la punta de sus arietes, deben saber que luchar por la real
independencia nacional es, asimismo, combatir no solo por la soberanía
alimentaria y patriótica, sino, igualmente, demandar una autonomía en el
campo de lo cognitivo y comunicacional, que implique una nueva democracia,
un fortalecimiento de la conciencia de los actores humanos -trabajadores y
trabajadoras- como sujetos activos del proceso de transformación e
integración democrática, todo lo cual, en definitiva, tenderá a la
edificación de una nueva estructura hegemónica cultural y de unos valores
renovados, que hundan sus raíces en los veneros de nuestros pueblos que, de
este modo, serán protagonistas y no comparsas en un orbe que será
socialista o no será, todo lo cual será el resultado de esta lucha
interminable, incoercible, que liderara el Comandante Bolivariano Hugo
Chávez Frías, y que, por supuesto, continúa hasta lograr, como dicela
Segunda Declaración de La Habana , nuestra Segunda y Definitiva
Independencia.
Por Winston Orrillo, Perú
salvación de la especie humana”
Con el pretexto de la globalización, el mundo viene sufriendo un acelerado
proceso de colonización de las conciencias, lo que implica, a su vez, el
atropello de los valiosos patrimonios históricos y culturales de las
diferentes naciones y regiones de un mundo que, precisamente, centraba su
valor en su diversidad, en su rica, ubérrima, variación de identidades.
Hoy, precisamente, el proceso de la identidad –nacional y cultural- sufre
un acelerado deterioro, y se homogeniza al orbe, convirtiéndolo en algo
indiferenciado y sometido al modelo manipulador de la metrópoli,
generalmente deshumanizada o caricaturesca.
El mundo de los desvalores se impone, porque es el que medra en el
epicentro de este orbe mal llamado globalizado, y que, en realidad, es
encanallado y ahíto de un sinsentido que se aprecia en su música,
literatura y, en general, en todas las artes que rinden pleitesía a un
mercado, que tiende a ridiculizar y barbarizar a la criatura humana.
Se imita al colonizador, se refocila esta caricatura de mundo que nos
impone el terrorismo mediático, y, al final, el sabor de la nada es el que,
como un aura mefítica, está presente en el orbe entero.
Nuestros pueblos originales tienen valiosos paramentos culturales que, poco
a poco, se han ido dejando de lado –y esto no es casual, por cierto- para,
en sustitución, insertarnos el espejo de la nadería y del culto necrófilo,
presente en muchas de las llamadas manifestaciones de lo que hoy se ha dado
en llamar la cultura de la globalización.
El problema fundamental es que la conciencia –o conciencias- del orbe se
hallan sometidas al universo de los desvalores y de la nadería que, en el
fondo –y en la forma- derivan hacia la ridiculización de algo que, siendo
fundamental –la conciencia y la defensa del patrimonio histórico y
cultural- se ha convertido en un verdadero hazmerreir que sirve, de
perillas, como elemento bufonesco, en este mundo en el que “Poderoso
Caballero, Don Dinero” tiene, como un Señor de Horca y Cuchillo, el control
de todos los mecanismos de acceso a las mayorías que, de este modo, son
víctimas de una descarada manipulación, que las convierte en meras
comparsas de un mundo en el que medran el descaro y los anti-valores.
La cultura de la impunidad y de la ambición desmedida, el reino de
arquetipos mefíticos, son la vida cotidiana en la civilización de un
capitalismo no solo genocida sino autofágico y que, de este modo, está
coadyuvando a la destrucción de la especie humana.
Por ello, el llamar la atención sobre lo anterior, deviene no en un
elemento adicional o aleatorio, sino en una necesidad urgente y que tiene
que ver con el destino de todos nosotros, incluidos ellos mismos, a los
que, al parecer, no les importa deslizarse al filo de la navaja, al borde
de un abismo que concluirá, definitivamente, por engullirnos a todos.
De este modo, descolonizar conciencias y defender los agredidos,
minimizados y preteridos patrimonios históricos y culturales, se convierte
en una tarea perentoria, que se alinea en la vanguardia de la preservación
de la vida en el planeta y como un elemento decisivo en la salvación de la
especie humana.
¡Basta ya, pues, de considerar a la cultura y a la herencia histórica y
original de nuestros pueblos y regiones, como un elemento de miriñaque o de
simple decorado en la existencia de nuestras naciones, en el desarrollo de
nuestros, urgentes, nuevos modelos societales.
Luchar por una cultura descolonizada y por la preservación de nuestros
ubérrimos y originales patrimonios históricos y culturales, deviene en una
tarea impostergable: lucha, es cierto, que reedita la bíblica de David
contra Goliat, pues nuestros pueblos –muchos de ellos sometidos a un
capitalismo salvaje y depredador por antonomasia- deben levantar la cerviz
y, en la punta de sus arietes, deben saber que luchar por la real
independencia nacional es, asimismo, combatir no solo por la soberanía
alimentaria y patriótica, sino, igualmente, demandar una autonomía en el
campo de lo cognitivo y comunicacional, que implique una nueva democracia,
un fortalecimiento de la conciencia de los actores humanos -trabajadores y
trabajadoras- como sujetos activos del proceso de transformación e
integración democrática, todo lo cual, en definitiva, tenderá a la
edificación de una nueva estructura hegemónica cultural y de unos valores
renovados, que hundan sus raíces en los veneros de nuestros pueblos que, de
este modo, serán protagonistas y no comparsas en un orbe que será
socialista o no será, todo lo cual será el resultado de esta lucha
interminable, incoercible, que liderara el Comandante Bolivariano Hugo
Chávez Frías, y que, por supuesto, continúa hasta lograr, como dice
Segunda Declaración
Independencia.
Por Winston Orrillo, Perú
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