COMO PASAR DE ESPAÑA A ESPAÑISTÁN
Por Norberto Colominas
De los glamorosos 90, con récord histórico de la construcción, el endeudamiento y el turismo, y un desempleo menor
al 10 por ciento, España pasó a tener una deuda pública y privada
enorme (130 por ciento del PBI), un fuerte retroceso económico y una
crisis social que se agrava mes a mes.
España
es uno de los 27 miembros de la Unión Europea y uno de los 17 que
conforman la eurozona. Hasta 2008 era la quinta economía del área detrás
de Alemania, Francia, Inglaterra e Italia. Ahora no se sabe qué puesto
ocupará cuando la crisis ponga las cosas negro sobre blanco.
Por
el momento la economía retrocede, las deudas aumentan porque no se
pagan (y por lo tanto se refinancian), y el desempleo ya se acerca al 25
por ciento. Millones de personas perdieron sus casas y/o sus vehículos
al no poder afrontar las cuotas. El precio del metro cuadrado se
desplomó y ya no se venden propiedades porque no hay compradores (porque
no hay crédito). Mucha gente perdió al mismo tiempo su trabajo, su casa
y su auto en menos de un año. Varios desalojos terminaron en suicidio.
Los
bancos y su colateral, la industria de la construcción, son en España
el equivalente del bloque agro-financiero en la Argentina. Hicieron su
agosto durante 20 años. Ahora recogen las migajas del festín. El costo
de esa ganancia fue enorme para la sociedad española, que tardará otros
20 años en reponerse. Ahora el crecimiento artificial basado en el
endeudamiento muestra sus límites y sus miserias.
Dos gobiernos del socialista Rodríguez Zapatero fueron actores pasivos del drama que preparaban bancos y constructoras.
Descubrieron, aunque demasiado tarde, que el centro político no existe.
Se está a favor de la mayoría o se representan intereses minoritarios.
El
recién asumido Mariano Rajoy, neoliberal o neofranquista, según se
mire, no puede hacer otra cosa que echarle la culpa a su predecesor,
profundizar el ajuste y rogar que sea cierto aquello de que Dios aprieta
pero no ahorca.
En
el plano político aparecieron los “indignados”, expresión directa de la
magnitud de la crisis. Son portadores de un fuerte reclamo moral, pero
no de una plataforma política. Al menos, no por ahora. La mayoría de la
sociedad castigó a Zapatero y puso en su lugar a Rajoy. ¿Qué hará dentro
de cuatro años, si la situación empeora?
Si
algo enseña la crisis de España es que los países no pueden tener una
moneda más fuerte de la que necesitan, que no hay atajos mágicos para el
desarrollo y que siempre deben sostenerse el empleo, el salario, el
consumo y el mercado interno, del que vive el 90 por ciento de la
población.
Enseña
también que siempre hay que apostar a las tecnologías nacionales y a su
correlato, la sustitución de importaciones, porque protegen el empleo y
ahorran divisas. Y recuerda, por si alguien lo hubiera olvidado, que la
industria es la gran proveedora de puestos de trabajo.
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