miércoles, 2 de enero de 2013


COMO PASAR DE ESPAÑA A ESPAÑISTÁN
Por Norberto Colominas
De los glamorosos 90, con récord histórico de la construcción, el endeudamiento y el turismo, y un  desempleo menor al 10 por ciento, España pasó a tener una deuda pública y privada enorme (130 por ciento del PBI), un fuerte retroceso económico y una crisis social que se agrava mes a mes.
España es uno de los 27 miembros de la Unión Europea y uno de los 17 que conforman la eurozona. Hasta 2008 era la quinta economía del área detrás de Alemania, Francia, Inglaterra e Italia. Ahora no se sabe qué puesto ocupará cuando la crisis ponga las cosas negro sobre blanco.
Por el momento la economía retrocede, las deudas aumentan porque no se pagan (y por lo tanto se refinancian), y el desempleo ya se acerca al 25 por ciento. Millones de personas perdieron sus casas y/o sus vehículos al no poder afrontar las cuotas. El precio del metro cuadrado se desplomó y ya no se venden propiedades porque no hay compradores (porque no hay crédito). Mucha gente perdió al mismo tiempo su trabajo, su casa y su auto en menos de un año. Varios desalojos terminaron en suicidio.
Los bancos y su colateral, la industria de la construcción, son en España el equivalente del bloque agro-financiero en la Argentina. Hicieron su agosto durante 20 años. Ahora recogen las migajas del festín. El costo de esa ganancia fue enorme para la sociedad española, que tardará otros 20 años en reponerse. Ahora el crecimiento artificial basado en el endeudamiento muestra sus límites y sus miserias.
Dos gobiernos del socialista Rodríguez Zapatero fueron actores pasivos del drama que preparaban bancos y constructoras.  Descubrieron, aunque demasiado tarde, que el centro político no existe. Se está a favor de la mayoría o se representan intereses minoritarios.
El recién asumido Mariano Rajoy, neoliberal o neofranquista, según se mire, no puede hacer otra cosa que echarle la culpa a su predecesor, profundizar el ajuste y rogar que sea cierto aquello de que Dios aprieta pero no ahorca.
En el plano político aparecieron los “indignados”, expresión directa de la magnitud de la crisis. Son portadores de un fuerte reclamo moral, pero no de una plataforma política. Al menos, no por ahora. La mayoría de la sociedad castigó a Zapatero y puso en su lugar a Rajoy. ¿Qué hará dentro de cuatro años, si la situación empeora?
Si algo enseña la crisis de España es que los países no pueden tener una moneda más fuerte de la que necesitan, que no hay atajos mágicos para el desarrollo y que siempre deben sostenerse el empleo, el salario, el consumo y el mercado interno, del que vive el 90 por ciento de la población.
Enseña también que siempre hay que apostar a las tecnologías nacionales y a su correlato, la sustitución de importaciones, porque protegen el empleo y ahorran divisas. Y recuerda, por si alguien lo hubiera olvidado, que la industria es la gran proveedora de puestos de trabajo.

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