jueves, 1 de octubre de 2015

LAS RAZONES DE UN MODELO

Si es cierto aquello de que la política es economía concentrada, la década última marcó un cambio sustancial en la distribución del ingreso . El punto central de la política económica kirchnerista fue el ensanchamiento del mercado interno, base para sostener el consumo y el empleo.

Un buen nivel de sueldos mediante las paritarias y un razonable ingreso básico para los jubilados, vía un doble aumento anual de los haberes, marcó el punto central de esa política. Esa fue también la base para generar recursos impositivos que, sumados a los superávits del comercio exterior, permitieron obtener los recursos necesarios para impulsar la salud, la educación, las obras públicas y para sostener los planes sociales, además de solventar el funcionamiento del estado.

Este círculo virtuoso ha sido atacado sistemáticamente por el establishment y sus voceros, los grandes medios corporativos de comunicación, por ser favorables a la mayoría de la población, aunque “perjudicial” para sus intereses, extremo este que podría ser largamente discutido. Basta ver las ganancias anuales después de impuestos del campo mediano y grande y de todos los bancos para estar en desacuerdo. Por ejemplo, en los primeros nueve meses de 2014 la banca ganó un 82,7 por ciento más que en el año anterior.

Eso fue posible porque las políticas kirchneristas recuperaron la producción, el consumo y el empleo, redujeron severamente la deuda externa, cancelaron sus compromisos con el FMI y acordaron el pago al Club de París (una vieja deuda de la dictadura), amén de sostener un aceptable nivel de salud y educación, realizar obras públicas como nunca antes en los 30 últimos años, construir viviendas, desarrollar la ciencia y la tecnología nacionales, recuperar las grandes empresas públicas que habían sido privatizadas durante el período liberal y ofrecer subsidios al consumo mediante numerosos planes sociales. Este diagnóstico no es ideológico ni político; es objetivo.

Es una cuestión de primer orden en un país donde la opinión de la clase media decide la orientación de la opinión pública.  Ocurre que el establishment no soporta que se le arrebate el poder político, aunque esta pérdida no se traduzca en una disminución de sus ganancias. Hay dos siglos de experiencia histórica detrás de esta afirmación.

Desde 2003 el kirchnerismo le discute al establishment la conducción política, económica, social y cultural de la sociedad, es decir, pelea palmo a palmo por la hegemonía, cuyo objetivo es lograr que la mirada propia sobre la realidad siga siendo --o se convierta-- en mayoritaria. El establishment no puede digerir que le disputen la hegemonía. Las pruebas de esa intolerancia están a la vista.

De eso se trata la lucha por el poder, tal como la definiera el filósofo italiano Antonio Gramsci. Se pelea para eso, y con ese objetivo se emplean todos los medios disponibles.

En el escenario argentino hay dos proyectos en pugna. Uno es el actual, que ha logrado separar la economía (y por ende la política) de los intereses del establishment. Y otro es el que busca unir esas partes de nuevo.

El primero es un proyecto nacional y popular, mercado-internista, distribucionista en términos de ingreso e igualitarista en cuestiones sociales, que ahora es representado por el kirchnerismo como antes lo fue por Perón, el fundador de esta ideas. El otro es el viejo plan reaccionario acomodado a las necesidades rentísticas de los distintos sectores de la burguesía (el financiero, el agropecuario y el de la industria más concentrada), que fueron representados históricamente por el Partido Conservador, por los seis golpes militares del siglo 20, por el peronismo de Menem (que no se presentó a la segunda vuelta en 2003 por temor al repudio) y por el radicalismo reaccionario de De la Rúa (que huyó de la casa Rosada en helicóptero dejando una estela de 30 muertos).

Por eso la coalición PRO-UCR-CC se parece cada vez más a la Unión Democrática de 1946, que reunió a conservadores, liberales, radicales, demo progresistas, socialistas, comunistas e independientes. Hoy sólo les falta la pata izquierda. Entonces Perón los enfrentó en las urnas y les dio una paliza electoral, a todos ellos y a su mentor, el embajador de Estados Unidos, Spruille Braden. 

Los dos últimos períodos de dominio hegemónico burgués-corporativo (Menem y De la Rúa) terminaron mal.

Todo indica que el proyecto en curso terminará bien, sin la crisis fenomenal y sin los muertos que dejaron a su paso los anteriores. Porque disciplinadas las fuerzas armadas al poder político y neutralizado el conservadurismo de la Iglesia, sólo el poder económico más concentrado y sus portavoces mediáticos (que no es poco) son rivales de peso.

En ese sentido mucho es lo que se ha avanzado desde la muerte de Perón hasta hoy. Al trípode Establishment-Fuerzas Armadas-Iglesia le queda una sola pata. Los tanques han sido reemplazados por lo medios. Con eso les alcanza para pelear, pero no para ganar. Cuando la Ley de Medios complete sus objetivos sólo quedará en pie el poder económico, que aunque todavía es mucho ya no será tanto.

Recientemente La Nación y Clarín, entre otros medios, hicieron una denuncia que es un elogio al kirchnerismo: el gobierno distribuye aportes a 17 millones de personas entre jubilaciones (6,5 millones) y planes sociales de distinto tipo (10,5 millones). Eso cubre a más de un tercio de la población del país.


Decisiones como estas son las que hacen la diferencia; toda la diferencia.

Por Norberto Colominas

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