Como expresan muchos pensadores la inteligencia no se demuestra tanto por las respuestas que se saben dar, si no por la profundidad de las preguntas que se formulan.
Sin ningún alarde, aquí van algunas:
¿No refiere el término inmigración al ingreso a un país de personas oriundas de otro?
¿Es lícito, pues, llamar inmigrantes a nuestros hermanos sudamericanos?
¿No era la Argentina en origen parte de un territorio mayor (Virreinato del Río de la Plata) que incluía a las actuales naciones de Bolivia, Paraguay y Uruguay?
¿No imaginaban nuestros fundadores (San Martín, Belgrano) y otros patriotas continentales (Bolívar, Sucre) que debíamos conformar una sola Nación Sudamericana?, eso ¿no hubiera sido mejor para todos?
¿Es lícito, pues, llamar inmigrantes a nuestros hermanos sudamericanos?
¿No fueron nacidos en territorios que ya no pertenecen a la Argentina, o estudiaron en ellos muchos (Saavedra, Moreno, Monteagudo) de los que iniciaron el camino emancipatorio en 1810?
¿No existieron mentes y estadistas brillantes que propulsaron la unión continental como Manuel Ugarte, Raúl Haya de la Torre o Juan Perón?
¿No se convirtieron esas ideas en grandes corrientes de pensamiento que abrazaron y abrazan muchos intelectuales y artistas de todo el continente?
¿Es lícito, pues, llamar inmigrantes a nuestros hermanos sudamericanos?
¿No es aceptado por la enorme mayoría de los movimientos políticos que el objetivo central de nuestra acción externa es conformar la Patria Grande?
¿No es esa misma Patria Grande la que perfila el enorme y vasto espejo cultural en el que nos miramos?
¿Quién negaría la realidad de que es imprescindible construir un solo espacio continental, al menos en el terreno económico?, y en la actualidad ¿no existen en este espacio geográfico variadas y contrapuestas expresiones ideológicas que acuerdan en esa necesidad?
¿Es lícito, pues, llamar inmigrantes a nuestros hermanos sudamericanos?
¿No nos ven, en el resto del mundo, como una unidad político-cultural?, y eso acaso ¿no nos conviene?
¿Hay muchas diferencias (en todo sentido) entre un formoseño y un paraguayo, entre un jujeño y un boliviano o entre un entrerriano y un uruguayo? ¿las hay? Y si no las hay: ¿importa si alguien nace de uno u otro lado de una frontera a-histórica?
Si uno se siente muy argentino, y tanto para rechazar a los habitantes de países hermanos: ¿no se transforma uno en un cipayo de la Patria Grande?
¿Es lícito, pues, llamar inmigrantes a nuestros hermanos sudamericanos?
Se me ocurre una respuesta para cada una de estas preguntas, usemos el término migrantes y estaremos ganando la batalla cultural.
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